Antonia se dejó cautivar desde el primer momento. La sedujo, en principio, esa fuerza arrolladora que lo caracteriza, su sed de justicia que ella asumió incuestionable y un compromiso férreo ante una causa fundamental.
Lo conoció hace apenas un par de años, por una prima que entró en contacto con él desde mucho antes. Fue con ella con quien empezó a ir a manifestaciones, en donde él siempre ha tenido y tendrá un papel determinante.
Lejos de disminuir, su fascinación por ese entramado de consignas, ha ido en aumento. Hoy, ella simplemente no concibe su vida sin él. Pero, ¿quién, en sus cabales, cede su identidad a peroratas que ni siquiera garantizan la detonación de acciones consecuentes? Hasta ahora, cree que todo lo dicho y hecho ha sido congruente con lo que él le dicta, pero, ¿quién podría asegurarlo? ¿Quién metería las manos al fuego por defender que el propio discurso se haya mantenido fiel a sí mismo? Antonia no se ha dado cuenta, pero ha sido engullida por una entelequia de la que se enamoró perdidamente.