Él le dijo que era hermosa. Ella respondió que al elogiar su físico, la cosificaba. Él replicó que la hermosura no era un atributo exclusivo de las cosas. Ella le reviró con un “no te hagas pendejo, si no has dejado de verme el escote”. Él aclaró que no era así, lo que en realidad había estado viendo era una mancha. ¿Una mancha? Ella bajó la vista y comprobó lo dicho. Era color café y parecía chocolate. Pero era mole, lo supo al probarlo. “¿Entonces no te gustan”, preguntó indignada. “¿Tus chichis?”, preguntó él lo que ya sabía, pero quería ganar tiempo. Ella lo vio con fastidio. Él abrió la boca pero no encontró palabras. Ella urgió con el gesto. Él hizo otro esfuerzo, y nada. Otro más provocó lo inevitable: su cabeza estalló como lo haría un melón que recibiera un escopetazo. Ella terminó con el escote hecho un asco. Y la cara, el pelo y los brazos, también.
La cosificación de ella
Actualizado: 17 feb 2023