Despertar. Estirar el brazo en pos del celular para ver qué hora es y averiguar qué ocurrió en el mundo mientras dormías; en tu mundo, conformado por WhatsApp, Twitter, Gmail, Instagram y Facebook.
Con los párpados aún pesados y los ojos lagañosos, lees el “¿Qué estás pensando?” de todos los días. Scrolleas, más por costumbre que por legítima curiosidad, hasta que encuentras algo que llama especialmente tu atención: tres o cuatro fotos dan cuenta de una reunión familiar en la que pareciera que solo faltas tú. Junto a tus padres, con una sonrisa de este a oeste y abrazando a tu hermano de manera fraternal, descubres a un tipo, tal vez de tu misma edad, que no alcanzas a reconocer. “¿Y éste quién es?”, te preguntas antes de tallarte los ojos sin lograr responderte. La sorpresa aumenta al ver que es ese mismo desconocido el responsable de la publicación. Presionas su nombre para ir a su perfil y resulta que es tu amigo. Tu amigo según Facebook, pero tu amigo al fin. Por más que piensas no logras entender cómo es que llegó a ti el tal Ernesto Linares; mucho menos qué estaba haciendo ayer en casa de tus padres, con tu familia, en una reunión sobre la que nunca nadie te informó.
Más vale que lo tomes con calma, el día está apenas por comenzar.