Álbum de estampitas
- Javier Mariano Rubio
- 11 jul 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 5 sept 2022

Cuando era niño, había los álbumes de estampitas; esos que, con ahínco y con todas las monedas que te caían a las manos, ibas llenando las hojas con luchadores, paisajes o escenas de películas o caricaturas; había incluso aquellos de carácter educativo, donde el ratón y el pato de Walter nos llevaban a conocer el mundo. Yo nunca llené ninguno completo, pero sí me gasté mis domingos, y el peso diario que me daban para el recreo, en sobrecitos con tres estampitas, la mayoría repetidas. Canjeabas unas cuantas con amigos que también tenían el vicio, pero en su gran mayoría, cuando se terminaba la temporada del álbum, iban a parar a la basura.
Algunos de ellos eran de colección; es decir, que al terminar de llenarlos, te quedabas con ellos. Pero otros, los podías canjear en la tienda por alguno de los premios que podías ver colgado en una repisa de la tienda. Siempre quise tener ese helicóptero de cuerda que, según decían, volaba de verdad. Recuerdo al niño que pudo completar varios de esos álbumes, y lo recuerdo volando ese juguete.
Yo no pude ser el héroe aquel que, por ser capaz, a partir de la suerte y del tesón, de llegar al tendero; mostrarle mi álbum repleto de estampitas; que le diera el VoBo; y por fin le dejara escoger entre todos los juguetes, ese helicóptero de cuerda, que por muy inalcanzable que fuera, lo hubiera podido comprar ahorrando todo el dinero que apostó por la estampita más difícil, que pocos pudieron ver. De alguna manera, ese tipo de inversiones infantiles siguen rigiendo mi existencia. Todavía gasto fortunas por ese juguete que podría conseguir de otras formas.
Recuerdo a mis compañeros de primaria y a mis hermanos pequeños coleccionar tarjetitas de los jugadores de fútbol en los mundiales. Toda una actividad, la hora de recreo se convertía en una sesión de intercambio parecida a las sesiones de compra-venta de acciones en la bolsa de valores. Era increíble verlos negociar y darse cuenta a esa edad como un bien escaso, podría más que duplicar su valor porque como todos sabemos, siempre había tarjetas mucho más difíciles de conseguir. Generar escasez, toda una estrategia para que los niños y algunos adultos gastaran más en la compra de los sobrecitos y que no pudieran completar el álbum para obtener algún juguete. Como dices, si bien el juguete costaba meno…