Hoy todo me es ajeno. Las cosas que hace apenas unos días me eran familiares ahora me resultan extrañas. Nada de lo que me rodea es lo que era. La gente con la que solía hablar, incluso aquellos con quienes reía y sentía confianza para confesarme, es otra. Hoy ni siquiera he logrado reconocer mi rostro en el espejo, y las tres o cuatro convicciones de las que un día llegué a sostenerme ya me parecen ridículas. He dejado de saber quién soy.
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