Qué tal si dejo en pausa lo que estoy haciendo, para iniciar un nuevo proyecto. Empiezo por contar cualquier cosa que me venga a la cabeza. La vida se escribe por sí misma, y que cada quién se regodee en su tinta, como el calamar.
El hombre rico vive el orgullo de sus riquezas y el pobre llora sus miserias. El ateo defiende su postura; y el cristiano, su fe. Si yo defiendo mis ideas, es porque supongo que el universo está configurado de acuerdo con esas que poseo o que me poseen. Si acaso fuera fanático de algo, seguramente sería de mi forma de ver la vida. Aunque en todo momento me nutro con la voz de otros, y de a poco me adueño de esas reflexiones, es siempre mi pensar el que me abandera.
La contraparte es cuando me equivoco. Ahí mis pensamientos me nublan como una mancha en el agua. Cierro las puertas de la percepción y el calamar se revuelca en la tinta para huir de lo que le acecha. ¿Cuántas cosas no soy capaz de entender?