“¿Qué es un fantasma? Es un hecho lamentable
condenado a repetirse una y otra vez”.
-Guillermo Del Toro, El espinazo del Diablo.

Muchos le tienen miedo a los fantasmas, pero son los fantasmas los que se están muriendo de pavor. A los fantasmas les aterra la vida, aunque se aferren a ella. Yo lo sé, porque yo soy un fantasma: no sé si estoy vivo deambulando la muerte o soy un muerto azuzando a la vida con recuerdos que se niegan al olvido. Soy un suspiro de melancolía en un salón lleno de gritos y euforia. No me gusta lo que veo a mi alrededor, y siento que le soy indiferente al presente. Para los otros, soy un mueble viejo, de esos que nadie usa, y que están tan a la vista que todos lo pasan desapercibido. No me gusta la música que ahora se escucha y, definitivamente, no estoy de acuerdo con sustituir por series de televisión, a los libros.
Sé que estoy sumido en una tristeza infinita, como un eco en un salón embrujado, y que mis paréntesis de felicidad radican en sacar un cassette o una vieja película en formato análogo. Escucharlos o verlos, me aleja del bullicio y de la indiferencia social de la que no quiero formar parte. El mundo está ligeramente dibujado, y yo apenas soy un conjunto de manchas opacas e imperceptibles. Me veo entonces, como el borrador de un recuerdo insumiso. No entiendo el espacio que habito, así como tampoco las secuelas de mi estadía en el presente. Es posible que usted tampoco sepa muy bien lo que trato de decir. Doy vueltas en mi entorno, y hago mi trabajo como cualquiera; y siempre sentí que lo hacía mejor que muchos; pero de un tiempo acá, la monotonía me ha convertido en un autómata.
Soy un fantasma quieto, aburrido y fuera de fase. Si usted sabe lo que pasa, en cuanto lo entienda, por favor avíseme qué demonios estoy haciendo aquí.