Hoy me descubrí dispuesto, afanoso, incluso, por contravenir algunas de mis más hondas costumbres: ir a dormir temprano, por ejemplo, y no despertar sino hasta que el sol invada la casa por completo. Quisiera también deshacerme de algunas responsabilidades. Echarlas bajo el tapete y dejarlas ahí hasta que se pudran y no hagan más daño a nadie. Pensarme un día libre de jaquecas me instala en la cara una sonrisa de niño pero el simple hecho de toparme con alguien transitar sin prisas me provoca escozor.
Estoy listo, pues, para el reemplazo. Hoy podría ser el día que separe al que soy del que seré, pero me he topado con un inconveniente: por más que imploro el cambio, no logro dar un paso en esa dirección. No sé cómo ni por dónde se emprende una transición de tal calibre. He consultado a gente que conozco, pero ni amigos ni familiares ni mentores me han dado una respuesta convincente. Tampoco he tenido suerte buscando en internet, por más que digan que uno ahí encuentra cualquier cosa. Por eso tiro esta botella al mar desde la isla en que ahora sé que me encuentro. ¿Será, acaso, que llegue a manos de quien tenga la respuesta?