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Foto del escritorRodrigo Pérez Rembao

Reguetón: la anomalía que podría regresarnos a la Era de las Cavernas


Hay muchos mitos alrededor del reguetón, de sus orígenes y del papel que este ha venido jugando desde que se hizo de un lugar en el mundo del entretenimiento. Algunos dicen, por ejemplo, que fue el empresario puertorriqueño, Ramón Luis Ayala, quien acuñó el término que le da nombre, al inicio de la década de 1990.


Mejor conocido como Daddy Yankee, Ayala ha hecho una fortuna estimada en 40 millones de dólares, vendiendo discos y haciendo presentaciones masivas; pero entonces era solo un jovencito que vagaba por los barrios bajos de San Juan, Puerto Rico, escuchando rap, mientras soñaba con ser narcotraficante o beisbolista profesional. Dedicarse de lleno a la música (sic) era algo que ni siquiera imaginaba.


“Quiero que sigas brincando y quiero que brinques otra vez porque es el hombre fenomenal el que canta reguetón”, expresó el boricua –convencido de estar diciendo algo determinante, trascendente…– en un mixtape producido por el también puertorriqueño, Pedro Gerardo Torruellas, alias DJ Playero, un entusiasta promotor de estas fusiones rítmicas que para entonces se clasificaban como underground. ¿De dónde o cómo se le ocurrió al prehistórico Daddy Yankee hablar de algo que aún no existía?


Tal vez la explicación está en otra historia sobre el origen del término “reguetón” (o reggaeton): la que cuenta el panameño Jaime Davidson, cuyo nombre de farándula es Gringo Man. Considerado pionero del reggae en español, el prominente DJ y cantante pasó 29 años de su vida encerrado en distintas cárceles de Estados Unidos, acusado de haber matado a un policía en Brooklyn, Nueva York.


Desde una de estas penitenciarías logró hilar algunas ideas para responder una entrevista que se publicó en 2008. Esa vez, y entre otras cosas, dijo: “Michael Ellis, el mánager de El General (célebre en los noventa por éxitos como Rica y apretadita y Te ves buena), me dijo que no le pusiera ‘reggae’, que lo pusiera como algo grande y, como a todo lo grande le ponemos ‘ón’, como cabezón, camisón, etcétera, entonces lo llamamos ‘reggaetón’, un reggae grande”. La anécdota, asegura quien desde los primeros días del 2021 ya es hombre libre, data de 1988, es decir, años antes de que Ramón calificara como “fenómeno” a quien diera voz a canciones de este género.


Pero no hurguemos más en este asunto del nombre, de relevancia mínima si se contrasta con los datos que vendrán a continuación.


Hasta hace apenas unos meses, quien deseara conocer la historia del reguetón, sus antecedentes, encontraría, más o menos, que se trata de un género musical (aquí empezamos con controversias) que deriva del reggae e incorpora elementos del rap sobre una base rítmica, de origen dominicano, que algunos identifican como dembow. Otros, sin embargo, aseguran que en realidad el dembow es un derivado del reguetón, y es probable que, buscando bien, uno pueda encontrar, incluso, que el reggae es un derivado del rap, o el rap del reggae, y que todos estos ritmos, géneros y subgéneros, revueltos, podrían dar como resultado un resurgimiento de la música barroca que predominó a finales del siglo XVI. Pero bueno… así es internet.


Lo cierto es que hoy, en los albores del 2023, sabemos, gracias a las investigaciones del musicólogo chino, Wu Zheng, que el reguetón es algo muy distinto a lo que se creía.


La validación de la deshonra

Aún considerado por muchos un género musical, el reguetón ha llegado cada vez más lejos. Lo que empezó siendo un ritmo para el gusto de unos cuantos colombianos y puertorriqueños, hoy ha conquistado mercados distantes, no solo desde el punto de vista geográfico, sino idiosincrático; desde hace unos años, la industria tiene registro de que hay gente consumiendo reguetón en países como Alemania, Turquía, India y Japón, por dar solo algunos ejemplos.


Pero la amenaza no se queda ahí. Hoy no solo tenemos la certeza de que el reguetón se escucha en países en los que hace apenas unos meses ni siquiera sabían que existía; por si fuera poco, los adeptos a este movimiento han dejado de profesar su gusto en privado, a escondidas, como había venido ocurriendo, dada la naturaleza de su afición.


Cantantes como Maluma, Karol G, Rauw Alejandro, J Balvin, Becky G, Don Omar, así como el veterano Daddy Yankee y el omnipresente Bad Bunny, se han convertido en figuras de culto, pese a lo que venden y lo que representan. Sus seguidores han dejado atrás todo empacho por identificarse como fanáticos y, lejos de seguir siendo un gusto culposo, de clóset, el reguetón ha alcanzado tal grado de validación comunitaria que ya incluso cuenta con apologistas que esgrimen argumentos de teoría musical (o algo así) a su favor. ¿A qué se debe este bochornoso fenómeno?


El verdadero origen

Incrédulo ante la evidencia de su propagación, y francamente preocupado por las consecuencias que esto podría traer consigo, Wu Zheng decidió emplearse a fondo en busca de respuestas y soluciones. Lo primero que hizo fue indagar sobre el verdadero origen de este ritmo o, como él mismo lo llamó, de esa “anomalía sonora”.


Sabía que era una misión de alto riesgo, pues nunca hubiera podido alcanzar su meta sin someter sus oídos y sus neuronas a los estragos de la anomalía. Sin embargo, eso no lo iba a disuadir de llegar hasta las últimas consecuencias, así que estuvo casi seis meses trabajando en el diseño de un dispositivo que sirviera como amortiguador; o, más bien, como un chaleco antibalas que lo mantuviera a salvo de una catástrofe auditivo-cognitiva.


Una vez que logró reducir el riesgo al máximo, se sometió a varias sesiones de escucha profunda, con el propósito de identificar, uno a uno, los sonidos que componen una pieza de reguetón. A la vuelta de dos o tres semanas, creyó haber encontrado lo que buscaba, así que procedió a hacer una serie de experimentos para confirmar sus hallazgos.


Se hizo del equipo necesario para mezclar una serie de sonidos a los que llamó “materia prima”, entre los que se encontraban: el ruido provocado por un tiroteo entre 150 tipos armados con rifles AK-47, un rechinido de llantas, la demolición de una plaza de toros, el zumbido de un mosco amplificado a una potencia de 1000%, una orgía de gatos y el balbuceo de un bebé. El resultado hubiera sorprendido a cualquiera, excepto a Zheng, quien ya imaginaba lo que iba a encontrar: la mezcla resultó ser algo muy similar a lo que mucha gente conoce como “Tití me preguntó”, track incluido en Un verano sin ti, el más reciente álbum de Bad Bunny.


En busca de una explicación

El primer paso estaba dado, y no solo había sido grande, sino con el pie derecho. ¿Qué seguía ahora? Averiguar por qué cada vez es más gente la que escucha por gusto algo que, no solo carece de elementos que lo hagan atractivo, sino que parece haber sido concebido, de origen, para causar repulsión. “Es como si, de repente, a la gente empezara a gustarle que le salpiquen lodo en la cara o que hagan burlas de su mamá”, explica el especialista.


Frente a este nuevo propósito, Zheng tuvo la idea de recurrir a una vieja herramienta, que había investigado a fondo en su juventud: el backmasking, es decir, la posibilidad de registrar un sonido o mensaje hacia atrás, en una pista diseñada para escucharse hacia adelante, con la intención de sembrarlo en el inconsciente del escucha.


Y aunque sigue habiendo mucho debate respecto al impacto que podrían causar, o no, los mensajes subliminales en la música, lo que Zheng encontró podría ser determinante para la discusión.


“Habla como idiota, muévete como idiota, actúa como idiota… el reguetón es tu música y te invita a no pensar, papi, ¡que esta vida es pa’ gozar!”.


“Qué rico culo tienes, mamita rica, qué rica es que tú estás. No pienses, no hables, que yo solo te quiero para disfrutar”.


Aunque dice haber encontrado muchos otros mensajes escuchando las cintas al revés, el musicólogo decidió filtrar solo este par a los medios de comunicación, por ser los que, a su juicio, mejor representan lo que el reguetón quiere decirle al mundo: deja de pensar y ten sexo como bestia.


“A mí no me molestaría que alguien me invitara a coger como animal, no tengo problema alguno con esa parte del mensaje. Lo que definitivamente me indigna, y mucho, es que alguien promueva la abolición del pensamiento”, expresó Zheng en una entrevista que le concedió recientemente a la BBC .


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Por si fuera poco, esta campaña en contra de emplear el raciocinio, que encabezan los cantantes, productores y otros agentes involucrados en la industria del reguetón, no se limita a transmitir el mensaje y dejarle al escucha la posibilidad de decidir. A diferencia de lo que ocurre con muchas otras campañas, independientemente de cuál sea la causa que defiendan, aquí el éxito radica en que el discurso es llevado a la acción.


Hasta hace muy poco tiempo, la lista de factores causales de muerte neuronal excluía la exposición a canciones de este género. Sin embargo, otro hallazgo crucial con crédito para el chino, es que 10 minutos frente a la bocina podrían ser más dañinos que un consumo de cocaína sostenido durante cinco años o una conmoción cerebral de tercer grado.


“Siendo rigurosos, digamos que no existen elementos suficientes para sacar conclusiones, pero el importante deterioro cognitivo causado por la anomalía, y el posible impacto de los mensajes subliminales, grabados en uno de cada tres tracks que se comercializan, podrían darnos la explicación que buscamos”.


¿De vuelta a la Era de las Cavernas?

A falta de información más reciente (sobran razones para pensar que la industria está ocultando datos de enorme relevancia), no queda más que compartir el registro que hizo Spotify al terminar el 2020, destacando que, solo en ese año se escucharon 3,600 millones de horas de reguetón.


Mención aparte merece el fenómeno Bad Bunny, que lleva tres años consecutivos siendo el “artista” (entendiendo esto solo como una cuestión de nomenclatura) más escuchado en esta misma plataforma, a nivel mundial. ¡Solo el año pasado, alcanzó 18,500 millones de reproducciones!


¿Podría haber una explicación distinta a la que sugiere Wu Zheng, a partir de sus hallazgos? Y si, efectivamente, esta anomalía sonora está afectando la capacidad cognitiva de la población mundial, a un ritmo tan vertiginoso como lo reflejan los datos duros, ¿qué podemos esperar de la civilización a la vuelta de unos cuantos años? ¿Cómo atacar este problema que parece tan arraigado?


Wu Zheng responde sin titubeos: “Sería absurdo querer acabar con esta situación atacándola directamente. Así solo lograríamos que se hiciera más fuerte. La opción para detener esta amenaza es darle otras opciones al consumidor. La verdadera música existe desde la Prehistoria, y ha acompañado al ser humano desde hace 50,000 años. Tristemente, hemos llegado a un momento en el que la industria está dando cabida a variantes abominables, disfrazando aberraciones como la que ahora nos ocupa, con el único propósito de hacer crecer el negocio a niveles nunca antes pensados. ¿Por qué resulta ser tan redituable esta apuesta? Dejo al lector sacar sus propias conclusiones, pero le pido que tome en cuenta la información que aquí comparto; créame: solo así podrá ponerse a salvo”.

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